Crónica de la Quebrantahuesos 2015: Inolvidable…

Hay carreras y carreras. Cuando una prueba lleva 25 años en el calendario y la inscripción ha de ser mediante sorteo, teniendo en cuenta que participarán 10.000 corredores, es que la carrera vale la pena. En el caso de la Quebrantahuesos, además de todo lo que hubiéramos podido leer o escuchar últimamente, ya era una marcha a la que le tenía respeto desde hace años, cuando empecé a coger la BTT y a comprarme revistas de ciclismo… Que lejos veía entonces participar en una prueba así y acabarla.

Pero tras algo más de un año y medio practicando bici de carretera con regularidad, y habiendo tenido la suerte de que nos tocara por sorteo la participación en esta edición, allí estábamos, a las 6 de la mañana de un sábado, colocando los dorsales a las bicis y ultimando todos los detalles. Muchos nervios previos a la salida, que era a las 7:30 de la mañana y bastante frío, aunque los nervios hacían que el cortavientos estuviera en el bolsillo del maillot.

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El espectáculo de unas 10.000 bicis en la zona era brutal. Gente en los cajones de salida desde las 6 de la mañana para salir de los primeros, cosa que no hicimos nosotros, que no sabemos como, acabamos los últimos en la salida, con solo 11 bicis por detrás y pasando por la linea de salida unos 40 minutos más tarde que el primero. Entre los participantes ilustres como Abrahan Olano, Miguel Indurian, Sete Gibernau, Edurne Pasaban

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Al empezar a rodar lo primero que me vino a la cabeza fueron los 200kms que teníamos por delante, con los 4 puertos ya míticos que sin duda iban a ser 4 retos importantes, así que tocaba dosificar fuerzas. Los primeros 35 kilómetros son en ligero ascenso, hasta que llegas al pie de Somport. En esos kilómetros el grupo se disgregó. Toni se adelantó, mientras que Rafa y Soraya quedaron unos metros por detrás. En ese tramo vi en primera fila la primera de las muchas caídas que hubo en la prueba. Rodando a unos 40kms/h, en un tramo prácticamente llano y totalmente recto, un ciclista tocó la rueda trasera del ciclista que llevaba delante y se fue al suelo. Por suerte tanto el ciclista que iba delante mío como Mireya que en ese momento iba a mi rueda, pudimos esquivarlo sin mayores consecuencias.

Somport
Cogimos la rueda de un ciclista veterano del País Vasco que nos llevó hasta el pie del Somport casi sin darnos cuenta. Al empezar a subir se quedó retrasado. Ahora pienso que la experiencia de saber lo que venía encima le hizo aflojar. Estoy seguro de ello. Mireya y yo subimos juntos, adelantando a un montón de ciclistas, dosificándonos para llegar arriba lo mejor posible, ya que Somport era una broma comparado con lo que venía luego.

Ya arriba, en el avituallamiento que había ubicado un poco antes de que se acabará el puerto, aprovechamos para comer algo e ir al lavabo. Rafa y Soraya llegaron al poco rato y tras comentar la jugada arrancamos de nuevo. Ahora tocaba bajar y acercarnos al que para nosotros era el mayor reto de la Quebrantahuesos, el puerto del Marie Blanque.

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La bajada nos dejó bien claro que el cortavientos era una prenda obligada. Mucho frío, pero mucho, que nos hizo bajar con la piel de gallina literalmente a pesar de la tensión de una bajada de semejantes dimensiones. Se baja muy rápido y con curvas peligrosas que no te permiten tomarte un respiro. Y así nos plantamos en el kilómetro 100 los cuatro, al pie del Marie Blanque…

Marie Blanque
Todo lo que nos habían dicho del Marie Blanque era cierto. Es un puerto brutal. Son 10 kilómetros que empiezan a subir fuerte, con desniveles de entre el 4 y el 6% durante los primeros 6 kilómetros, pero que se convierte en una pared del kilómetro 6 (10,5%) en adelante. Cuando ves el cartel de que faltan 2 kilómetros y que el desnivel es del 13% te dan ganas de llorar… La gente a tu alrededor ves que se ha bajado de la bici y sube caminando por los laterales. Tienes que tener mucho cuidado con no molestar a nadie y que no te molesten a ti, porque cualquier toque o estorbo puede hacer que tengas que parar o que hagas parar a alguien. Subes absolutamente bloqueado, a menos de 5km/h. Esto se mantiene los últimos 4 kilómetros, pero incluso en ese momento, en el que tienes que darlo todo para subir, tienes que ir pensando en que todavía estás en la mitad de la Quebrantahuesos… Ya empieza a hacer bastante calor. Antes teníamos frío, pero ahora hay que ir buscando la sombra mientras subimos. A pesar de subir parados, vamos adelantando a un montón de gente. Eso nos anima y nos ayuda a subir. Cada uno a su ritmo. Nos esperaremos arriba. A falta de unos 500 metros se empieza a escuchar música. Es «El Gaitero». Toni nos había hablado de él. «Cuando escuchéis el gaitero, ya lo tenéis». Solo tocaba apretar los dientes un poco más, pero ya habíamos subido el temido Marie Blanque.

El descenso también es chulo. Rápido y más corto que el de Somport. Las vistas durante todo el recorrido son increíbles. Incluso pasamos algún tramo que se ve nieve a pie de carretera. En el avituallamiento previo a empezar a subir el Portalet, aprovechamos para coger fuerzas y comer, pero sin pasarnos. Ahora tocará sufrir. No solo por la longitud del puerto y el desnivel, sino por el calor y el sol.

El Portalet
Personalmente el Portalet me encantó, aunque creo que fue donde cometí el peor de los errores encima de la bici. Empecé con demasiada fuerza. A pesar de llevar en las piernas unos 120 kilómetros, me encontraba bien. Empecé a subir con una cadencia buena, vigilando en todo momento mis pulsaciones por minuto, que ya habían tenido un pico serio en el Marie Blanque que me había hecho asustarme. La subida se hace interminable. En el primer tramo vas encontrando alguna sombra y mucha cascada de agua por la pared. Mi ritmo me hizo adelantarme unos metros al grupo. Me junté con otro ciclista también del País Vasco que hacía por primera vez la Quebrantahuesos, tras 6 participaciones en la Treparriscos, hermana pequeña con la mitad de distancia. Según él, la Treparriscos es una broma al lado de la Quebrantahuesos…

En ese punto me di cuenta de que tenía que aflojar. Quedaban todavía unos 20 kilómetros de puerto y hacía mucho calor. Me dejo coger por el grupo en el que vienen MIreya, Soraya y Rafa y seguimos subiendo. Espero no pagar el exceso. La rodilla me molesta, pero lo que llevo peor, desde hace bastantes kilómetros, son mis posaderas… El sillín me está matando. Es mi talón de Aquiles sobre la bici. No consigo encontrar un sillín adecuado. Me tengo que ir levantando para descansar la zona, pero el alivio dura segundos.

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Llegamos a una presa sobre el kilómetro 15 que permite durante unos metros descansar un poco, con un desnivel inferior al 1%. El último tramo previo a la presa ha sido tremendamente duro por el calor y por el desnivel, que aunque era de un 7% aproximadamente, ya pesa en las piernas. Paramos a refrescarnos tirándonos agua por encima, comemos algo y seguimos. Empieza la parte más alta del Portalet, con unas vistas maravillosas. Estamos a unos 1400 metros de altura y tenemos que subir hasta 1800. Los paisajes son muy similares a los del Maratón de Aneto. Te das cuenta de lo pequeño que eres. Todo el valle es de un color verde intenso que enamora.

Es ese tramo Soraya toma unos metros de ventaja y se escapa junto a Mireya. Seguimos adelantando a muchisima gente. Es increíble. Que sensación. Aún estando ya cansados seguimos tirando y «recogiendo cadáveres». Hay gente muy tocada. Rafa y yo nos quedamos rezagados. Las chicas son guerreras…

Al llegar casi al punto más alto, vivo algo indescriptible… Me quedan unos 600 metros para coronar el Portalet y llego a un «parking» donde hay un montón de caravanas y furgonetas con sus toldos y sus mesitas. No he comentado nada todavía, pero luego mencionaré a toda esa gente a pie de carretera. Es en ese momento cuando un hombre, un desconocido, se pone a correr a mi lado, diciéndome que ya lo tengo, que no me queda nada. «¡¡Aupa Jose Luis!! Ya lo tienes chaval»… Me dice que siga así, que ese ritmo es bueno y ya he llegado. Corre junto a mí unos 200 metros animándome y empujándome… De verdad, me emociono mientras lo escribo.

Al llegar arriba no están Mireya y Soraya. Supongo que estarán en el siguiente avituallamiento así que empiezo a bajar. Rafa se ha quedado unos metros atrás. La bajada es simplemente espeluznante. Me pongo a mas de 72kms por hora, cogiendo con fuerza el manillar de la bici, ya que sopla un viento lateral que hace que tenga más de un susto. Incluso un par de pequeños desniveles en el asfalto, hacen que afloje un poco ya que parece que esté a punto de despegar. Una bajada de vértigo hasta que veo a Mire y Soraya paradas en el arcén esperándonos.  Me paro con ellas y comentamos un poco la jugada, junto a unos chicos que están de público allí. Hacía mucho viento, así que decidimos parar y esperar a Rafa un poco más abajo, en el avituallamiento.

Al llegar Rafa cogemos agua y seguimos bajando. Nos queda la Hoz de Jaca, una «broma» de solo 2 kilómetros pero con unas rampas algo más suaves (pero poco) que las del Marie Blanque. Ya llevamos unos 170 kilómetros encima de la bici y las piernas empiezan a dar muestras de cansancio.

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Hoz de Jaca
El ascenso a Hoz de Jaca es sencillamente intenso. Una carretera muy estrecha y bacheada, que sube durante poco más de 2 kilómetros. Mismo guión que en el Marie Blanque. Toca meterlo todo y subir a ritmo salsero. Se que suena repetitivo, pero seguimos adelantando a gente. Cabe recordar que hemos salido los últimos, lo que ha ayudado que así fuera. Llegamos arriba prácticamente juntos y empezamos el descenso.

La primera parte es muy bacheada y muy revirada. Incluso hay colchonetas en los arcenes de alguna curva por si alguien se pasa de frenada. Después, la carretera se ensancha y se convierte en un descenso muy rápido. No queda casi nada, así que apretamos un poco. Todavía queda algo de fuerza en estas piernas… Nos ponemos a tirar y en el llano vamos en un grupo haciendo algún relevo.

Rafa y Soraya se descuelgan un poco y Mireya y yo ya vamos tocados también, así que decidimos tirar. Demasiadas horas sobre la bici. Ya casi no noto el sillín. Se está haciendo insufrible. Cuando estamos llegando a Sabiñanigo nos desvían a la derecha. Es el último regalo de la organización. Una subida de un kilómetro y medio que a esa altura de carrera parece el Everest. ¡¡¡Ya lo tenemos!!!

Toni hace rato que ha llegado. Encaramos el pueblo de Sabiñanigo y Mireya y yo nos miramos y sonreímos. Ha sido muy duro. No nos salen las palabras. Queda una pequeña rampa y la recta para encarar la meta. ¡¡Por fin!! ¡¡La Quebrantahuesos acabada!! 200 kilómetros de calor, subidas, risas, anécdotas, moscardones y casi hasta lágrimas, aunque de emoción. A los pocos minutos llegan Rafa y Soraya. Todos en meta y sin incidentes de ningún tipo, ni siquiera un pinchazo. Rafa ha visto a Toni en la entrada de meta y ya viene para allí. Brutal, increíble, espectacular, alucinante…

Pero hay algo que casi he pasado por encima, y es la gente a pie de carretera y los voluntarios. El éxito de una carrera así, además de un recorrido fantástico, lo consiguen las personas que se vuelcan en la prueba. Desde el kilómetro 1 ha habido gente animando y dejándose la voz y las palmas de las manos para ayudar. A las 8 de la mañana los puentes bajo los que pasábamos con las bicis, llenos de gente aplaudiendo. En los pueblos lo mismo. A pie de carretera gente que por narices, al estar cortada la carretera, se ha tenido que tirar tal vez hasta 6 horas esperando, pero que cuando pasabas a su lado te animaban como si te conociesen de toda la vida. Y a los voluntarios, solo darles las gracias por lo fácil que nos lo han puesto. Desde la recogida de dorsal, hasta el momento en el que te grababan la medalla y te daban el plato de pasta. Simplemente gracias.

Creo que el año que viene repito. Al menos me apuntaré a ver si me toca de nuevo. Eso si, hay que entrenar duro, porque no puedes presentarte a una marcha de estas características sin entreno, como vimos ayer en la salida, cuando un grupo de amigos nos comentaban que ellos no habían hecho nunca más de 100 kilómetros. Prepararla bien es clave para disfrutarla. Volveré a la Quebrantahuesos.

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