Este fin de semana ha habido una verdadera fiesta de la montaña en Benasque. Se celebraba el Gran Trail Aneto-Posets y junto a la carrera larga (109kms) que le da nombre a la prueba, se celebraban también la Vuelta al Aneto (58kms), el Maratón de Las Tucas (42kms), la Vuelta al Pico de Cerler (22kms) y la Vuelta al Molino de Cerler (9kms). Más de 2600 participantes repartidos entre las 5 carreras ha invadido, literalmente, la población aragonesa.
En mi caso era la segunda participación. La primera fue hace ya dos años en el Maratón de Las Tucas y esta vez probaba suerte en la Vuelta al Aneto. Junto a mi tenía la compañía de Mireya, mi pareja, de Rafa y Soraya, y del resto de Morlacos Team, con representación por parte de Artur, Alfonso, Roger, Manu y Gerard. También nos acompañaba Jose Bautista, con el que creo que nos veremos en más aventuras.
Llegábamos a Benasque a mediodía. Recogimos los dorsales tras pasar el control de material obligatorio y nos fuimos a comer algo. Mientras comíamos, primer aviso de lo que podía ser el fin de semana: un tormentón de unos pocos minutos con alguna pizca de granizo. Suficiente para refrescar un poco el ambiente y mojar el suelo. Por suerte, no llovió más en todo el fin de semana, a pesar de lo que decían las predicciones meteorológicas.
Tras dejar los trastos en el hotel, dimos una vuelta por Benasque, con la visita obligada a Barrabes. Después, nos fuimos a cenar prontito, ya que nos teníamos que levantar a las 5 de la mañana ya que la salida era a las 7:00 horas. Artur, Manu y Gerard llegaban un poco más tarde, justo mientras acabábamos de cenar.
Así que a las 6:15 estábamos pasando el control de chip y entrando en el «corral» de salida. Nervios, caras de preocupación, risas, miradas perdidas… Prácticamente todos conocíamos la zona de hace dos años, y nos esperábamos el tipo de recorrido que íbamos a encontrarnos. Aún así, lo desconocido de la distancia, la altitud a la que se realiza la prueba y los nervios previos a cualquier carrera, que no hay forma de quitarse ni con el paso de los años, hacían que el desenlace del día fuese toda una incógnita. Pensábamos acabar el recorrido de 58kms en unas 14 o 15 horas.
Al darse la salida empezamos a correr, siempre hacia arriba. Los primeros kilómetros eran bordeando la carretera que nos alejaba de Benasque. Mientras entrabamos en el corriol de subida empezaba a estirarse el grupo. Alfonso y Jose iban delante, mientras que Artur, Manu, Roger, Mireya y yo íbamos juntos. Rafa y Soraya corrían unos metros por detrás. El recorrido era apto para correr prácticamente todo el rato, aunque en las subidas más pronunciadas, caminábamos para «reservar» un poco.
Así poco a poco iban pasando los kilómetros mientras subíamos en altitud y nos acercábamos al primer punto de control y primer avituallamiento en el Refugio de La Reclusa. El terreno empezaba a complicarse pero se podía trotar incluso subiendo. El último tramo antes del avituallamiento si era más complicado, pero nada del otro mundo. Al llegar, había bastante gente, entre ellos Manu, Artur y Roger. Mireya y yo comimos algo, rellenamos las mochilas de agua y justo en ese momento llegaban Rafa y Soraya.
Pero ahora venía lo bueno… Aunque salimos juntos, Roger, Artur y Manu se fueron distanciando mientras ascendíamos al Collado de Salenques. Allí se juntó un grupo con los que fuimos haciendo la goma durante toda la ascensión. Ahora te adelanto yo, ahora me adelantas tu… Pero no penséis que íbamos rápido… Subíamos a un ritmo que me hizo plantearme que estábamos haciendo allí. Tardamos algo más de hora y media en recorrer 4 kilómetros. Otra pareja nos iba animando. «Venga, que en 20 minutos llegamos al nevero» y así fue. Había que pisar la nieve unos metros, pero resbalaba bastante. Allí Mireya ya tuvo los primeros problemas de estabilidad. Tras el nevero, llegamos a lo que se convirtió en la clave da la carrera: el caos de roca que nos acompañaría durante los próximos 10 kilómetros.
Estábamos ya en el km27, a algo más de 2800 metros de altitud, en el control del Collado de Salenques. Allí la organización había dejado desde el viernes por la tarde a varios voluntarios, con experiencia en «ochomiles» que ya vieron pasar a los participantes de la Gran Trail, que comenzaba a las 12 de la noche. El GPS me marcaba 2700m pero uno de ellos al escucharme me corrigió: «No es por joderte el video, pero estamos a 2800m…» Y todos los que estábamos en el collado empezamos a reírnos. Luego haré una mención a los voluntarios de esta carrera.
Tocaba bajar al Valle de Salenques y después subir al «Collado 2706» que se llama así o «Collado sin nombre». Muchos pensareis que lo complicado en una carrera así es subir. Yo también lo pensaba. Conocía lo que era bajar un collado con roca de la edición de hace dos años del Maratón de Las Tucas, pero nada que ver. Para bajar el Collado de Salenques ya teníamos preparados cuatro segmentos de cuerda fija, que incluso ayudándonos de ella, costaba bajar y resbalamos más de una vez. Aquí Mireya tuvo claro que en cuanto acabáramos, jubilaba las Trabuco… Lo pasó muy mal. Daba igual que hubiera roca, hierba o tierra. el desnivel era tal, que resbalaba en cualquier momento. Teniendo en cuenta que estábamos bajando y que tardábamos unos 40 minutos en recorrer un kilómetro, os podéis hacer una idea de la dureza del terreno.
Así llegamos al Valle de Salenques tras casi dos horas de una bajada técnica y dura. Varias torceduras de tobillo, varios golpes y muchos resbalones… El Collado 2706 algo más asequible que el de Salenques, pero las horas de carrera (ya llevábamos unas 10 horas), la altitud y el cansancio lo hicieron igual de duro o incluso tal vez más.
Cuando pasamos el Collado 2706 vimos lo que se nos venía encima. Una bajada interminable de puro caos de roca de al menos 5 kilómetros, para luego llegar al control de la Presa de Llauset. Fue una odisea. Las piernas molidas, las rodillas se quejaban en cada movimiento, agacharse para bajar una roca era un suplicio… Y los kilómetros no pasaban, pero las horas si… En la zona baja un inmenso lago de agua cristalina nos esperaba, pero nos iba a costar llegar al menos un par de horas.
Entonces, nos cogieron dos chicos de la organización, que se dirigían a la Presa de Llauset. ¡¡Eramos los últimos!! Al parecer Rafa y Soraya decidieron abandonar en el control anterior, y un chico y una chica que iban entre nosotros, nos adelantaron bajando debido a los problemas de velocidad que el cansancio en mi caso, y las zapas de Mireya en el suyo, nos estaban «regalando».
Y mientras íbamos charlando con los chicos de la organización y mientras bordeábamos ya el lago, sucedió lo que a punto estuvo de suceder un montón de veces durante la carrera. Cuando nos quedaban unos 500 metros para llegar al control, con ya 12 horas de carrera y algo más de 37kms recorridos, una torcedura de tobillo como ninguna otra que he tenido jamás, me hizo irme a tierra. El dolor no me dejaba ni abrir los ojos. Sentí y diría que escuché el crujido de mi tobillo (incluso uno de los chavales decía haberlo oído). Rápidamente llamaron por radio a un control y en cuestión de minutos estaban con nosotros otros dos chicos de la organización. Sus nombres Pedro, Miguel, Jorge y Dani. Entre todos me ayudaron junto a Mireya a abrigarme con la ropa que la organización obligaba a llevar encima. Una térmica, el cortavientos, la manta de emergencia y un saco de dormir que llevaba uno de ellos. A pesar de estar tapado con todo eso, temblaba de frío y el dolor me daba como pinchazos en el tobillo que me hacían estremecer.
Tras valorar sobre el terreno, decidieron que lo mejor era avisar a la Guardia Civil de montaña para que me vinieran a recoger en helicóptero. Tenían que darse prisa, ya que si pasaba más tiempo el helicóptero no despegaría ya hasta el día siguiente y tendríamos que pasar la noche al raso. Pedro y compañía no dejaban de animarme y bromear con nosotros. Mireya también abrigada, temblaba de frío. Teníamos la esperanza de que pudiera venir conmigo en el helicóptero hasta Benasque, pero dependía del piloto. Cuando aterrizó, tuvimos que sujetar todo el material que llevábamos para que no saliera volando.
El médico me miró el tobillo y un Guardia Civil enorme me cogió «a caballito» y me llevo hasta el helicóptero. Por suerte Mireya pudo venir con nosotros. Así que aquí acabó nuestra participación en la Vuelta al Aneto… Esguince de grado 3 con posible rotura de la cabeza del peroné (que al final no ha sido así). Ahora toca recuperarse y ver que dice la resonancia el jueves.
Agradecer a todos los voluntarios de la carrera, que desde la recogida de dorsales hasta incluso el domingo durante la Vuelta al Molino de Cerler, estaban preocupándose por todos los participantes. Pero quiero hacer una mención especial a Pedro, Jorge, Dani, Miguel y a las enfermeras que me atendieron en el pabellón deportivo y después se preocuparon por mí en la zona de meta. Sois geniales chicos. Gracias mil. De verdad que sois el alma de la carrera. Habéis hecho que tenga unas ganas locas de recuperarme y prepararme para la Vuelta al Aneto del año que viene. Y Pedro, escribirme ayer tarde preguntándome como estaba, ya superó cualquier expectativa que alguien puede tener por el voluntariado o la organización de una prueba. Gracias de nuevo. Nos vemos en 2016.
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