Está claro que casi todos empezamos corriendo en asfalto. Carreras de 10km, medias maratones e incluso maratones, atraen cada día a más gente a calzarse unas zapatillas deportivas y echarse a correr. Otros, los menos, empezaron a correr por la montaña, o bien porque viven en una zona apta para ello, o bien porque simplemente es lo que han hecho.

Lo que esta más que comprobado es que los «asfalteros» que probamos la montaña nos quedamos. Hay un motivo fundamental: disfrutar mientras corres. Me explicaré. Cuando corres en asfalto, normalmente te entra el temido mal de la «marquitis» con lo que vives pendiente del reloj, de los ritmos. Eso hace incluso que pierdas las ganas de salir a correr. Un pique insano con algún compañero hará que se te quiten las ganas de entrenar. A otros runners esto les motiva, pero lo cierto es que corres esclavo del tiempo, y eso en la montaña no pasa.

Los paisajes, las vistas cuando subes a lo más alto del recorrido, la «no-dependencia» del reloj, y un ritmo normalmente más bajo, a no ser que seas como nuestro Morlaco Cesar Cardozo (que es una bestia…) hacen que disfrutes de una manera que no te dejará volver a correr por asfalto.

Es complicado de hacérselo entender a quien no lo ha probado, pero lo cierto es que cada vez hay más pruebas de montaña, y que cada vez somos más los «TRAIL RUNNERS» que nos apuntamos a ellas. Muchos culpan al EFECTO KILIAN JORNET, y puede que tengan razón. Otros que simplemente es el paso natural, pero lo cierto es que las marcas de ropa lo han detectado y todas se están dedicando a las versiones para trail en sus zapatillas.

También es cierto que acabarás volviendo al asfalto, aunque sea para pruebas puntuales. En mi caso ahora, tras un año intenso por la montaña, me pasó de nuevo al duro asfalto para preparar el Marató de Barcelona del próximo mes de marzo. Eso, si. Ya tengo la mirada puesta en la próxima carrera de montaña… 😉