Mientras media Barcelona participaba hoy en la Zurich Marató de Barcelona, Mireya y yo decidimos hace semanas que iríamos a correr por montaña a Vallfogona, en la tercera edición de la Corriols de Foc, una carrera de montaña con tres distancias: 12, 21 y 32 kilómetros, por una zona ideal para correr.
Así que como Mire va encarrilando su preparación para la Ultra Pirineu y se apuntaba a la de 32 kilómetros, me decidí a colgarme un dorsal de nuevo, tras unos meses de «parón» por la montaña, pero para la de 12 kilómetros. No hay que jugársela… De todas formas, os aseguro que esta mañana las ganas de correr eran totalmente nulas, y hasta las 10 o así no tenía muy claro si iba a correr. Como ayer solo hicimos 87 kilómetros de bici de carretera, las piernas estaban bastante bien, pero tampoco quería forzar.
Mientras la carrera de 32 kilómetros comenzaba a las 9 de la mañana con -2 grados de temperatura, la de 21 lo hacía a las 10 y la de 12 kilómetros a las 11 de la mañana, lo que me permitía ver salir a la «Primera Dama Morlaca» y pegarme un buen desayuno en la panadería del pueblo y además no salir con tanto frío.
La carrera empieza con una pequeña vuelta al pueblo con unos metros de subida y con algo de bajada, lo que ha permitido estirar el grupo. En menos de 1 kilómetro ya estábamos pisando barro y empezábamos a subir. Un corriol que llegaba hasta los 1000 metros y el kilómetro 2,5, por unas pequeñas «parcelas» que iban subiendo como si de escaleras se tratara.
Ahí empezábamos a bajar por una pista de 1 kilómetro donde había ya un avituallamiento. Como me sentía bien, decidí no parar. Había otro en el kilómetro 8 y no necesitaba ni beber ni comer, así que aprovecho para adelantar a unos cuantos corredores que si se paran. Aquí empezaba una subida por un corriol precioso, de unos 2,5 kilómetros que transcurría prácticamente paralelo a un pequeño río.
En la subida no me adelanta nadie. Tampoco había mucho sitio para pasar, pero el grupo con el que corría iba a mí mismo ritmo. Pero en la bajada iba a darme cuenta de lo lejos que estoy todavía de mí mejor momento de forma. El tobillo en el Aneto y las tres semanas de parón por una bronquitis más fuerte de la cuenta, sumado a la preparación del Ironman, me ha alejado de la montaña, haciéndome perder seguridad en las bajadas. Suerte de la bici que me ayuda a subir…
Gran parte de los corriols estaban cubiertos por hojas lo que hacía que fuese una lotería saber que había debajo. Aunque he empezado a bajar «deprisa» (aquí alguno de los Morlacos seguro que se ríe…), un pequeño aviso del tobillo al pisar una piedra que no se veía, me ha hecho bajar el ritmo considerablemente en las bajadas, sobre todo del kilómetro 8 al 9. Luego el camino se suavizaba y permitía correr sin problemas. En el avituallamiento del 8, me paro un momento a beber un vaso de isotónico y sigo.
Así hasta el kilómetro 11 que la organización nos regalaba una subida de esas en las que te acuerdas de la familia del que ha buscado el recorrido. De todas formas, ya se escuchaba al speaker (muy fashion y cachondo, con unos «Five Fingers» verdes y negros, con los cordones naranjas), así que la meta estaba muy cerca. Los últimos metros repetían parte de la vuelta inicial al pueblo, llaneando hasta llegar a una curva que te llevaba a meta.
Avituallamiento final espectacular, con una butifarra digna de mención típica de la zona. Un 10 a la organización de la prueba por unos circuitos tremendamente divertidos, un marcaje de 10 y unos voluntarios de 12. Tras beber algo y comerme el bocata de butifarra me he plantado en meta (donde me he fijado en el speaker) a esperar a Mire, que también ha disfrutado de la carrera como en ella es habitual. ¡¡Volveremos!!