Pepe ya llevaba 32 kilómetros. Su ritmo era bueno, el esperado. El que había entrenado durante los 4 meses que duraba el plan de entrenamiento. Su objetivo en su primer maratón era simplemente acabar, pero como nos pasa a todos, si podía hacerlo por debajo de las 4 horas sería un logro importante.
Le tocaba tomar su tercer gel, ya que estaba en la tercera hora de carrera. Estaba eufórico porque todo iba según el guión previsto. Ni una molestia, ni una rampa… pero en ese guión también aparecía otro actor, que Pepe esperaba que fuese simplemente un extra en “su película”. Se trataba del muro.
La importancia del muro dependería de lo que Pepe hubiese hecho en los inicios de la carrera. Dependía de si su ritmo era el adecuado, de la hidratación durante los 32 kilómetros que ya llevaba, de las tiradas largas que había hecho en los meses de entrenamiento.
El maratón de Barcelona tiene un detalle importante casi en el momento crítico y es que el kilómetro 26 empieza un tramo de ida y vuelta hasta el kilómetro 31 que se hace eterno y cansino, a pesar de que es un punto con muchísima gente animando. Es el momento clave para dar un golpe en la mesa y continuar marcando el ritmo que llevas, y Pepe lo sabía. Todos sus amigos que habían corrido esta carrera se lo habían comentado.
Así que en la peor parte del recorrido, en el kilómetro 34, casi sin público animando, se asomó “El Muro”. Pero Pepe tenía un as bajo la manga… Bajo un poco su ritmo, y a pesar de hacer solo algo menos de media hora que se había tomado el último gel, se tomó otro.
Apretó los dientes y consiguió mantener el ritmo. Llegó a Arc de Triomf, y encaró la bajada hasta Pso. de Colón. Volvía a haber mucha gente animando y eso le ayudaba. La gente gritaba su nombre y él se venía arriba, pero con cabeza, no fuera a tirar por la borda los 39 kilómetros que ya llevaba. Además, sabía por otras carreras que los últimos kilómetros, por Paral·lel iban a doler si se equivocaba y apretaba más de la cuenta. Miraba su reloj y calculaba mentalmente lo que tardaría en hacer esos 2 kilómetros “y poco” que le faltaban para cruzar la meta, y las cuentas salían…
En el kilómetro 41 lo vio claro… 3 horas 50 minutos corriendo. Solo le quedaba el último achuchón. La gente a ambos lados del carril de los corredores, tras las vallas, no dejaba de animar. Desconocidos que te dan hasta el último aliento para empujarte a cruzar la meta. Solo le quedaban unos 800 metros…
A pesar de ir con toda la sangre en las piernas, su cerebro todavía pudo reconocer a Juan y su mujer, a Imma y Rosi, a Paco y su hijo… cada 20 metros veía a alguien conocido animándole.
Al pasar por el cartel del kilómetro 42, justo en el giro de Pza. España, vio la meta y ya se emocionó. Solo le quedaban 192 metros, interminables, anchos, rectos… ¡¡Iba a acabar su primer maratón!! ¡¡Y lo iba a hacer en menos de 4 horas!! Esos metros, menos de 200, le sirvieron para hacer balance de lo que habían sido estos últimos meses, pero sobre todo, esas últimas 4 horas. Recordó todo el apoyo de su mujer, de su hijo, de sus compañeros de trabajo, de sus amigos. Recordó las mañanas de invierno, cuando lo que apetecía era quedarse en la cama durmiendo y se iba a correr 18 kilómetros. Recordó los entrenos por la noche, después de trabajar. Los entrenos en solitario, ya que no podía coincidir con nadie del grupo. Y entonces rompió a llorar. A 10 metros de la meta, se paró a caminar, se llevó las manos a la cara, se seco las lagrimas inútilmente y cruzó la meta con varios objetivos cumplidos. Ya era maratoniano.
Dedicado a todos los que la semana que viene correrán su primer maratón. Dedicado especialmente a los que se han currado está carrera como se merece y que, la acaben o no, ellos ya son maratonianos. Porque el maratón se corre el día de la prueba, pero el maratoniano se forja durante los cuatro meses de entrenamiento. Y muy especialmente a todos los miembros del Morlacos Team que de nuevo afrontarán esta carrera. ¡¡SUERTE A TODOS!!