Lo importante del deporte es disfrutar. Nuestro amigo Juanlu tiene como lema “Si no disfrutas no vale la pena” y tiene más razón que un santo. Corremos para sentirnos mejor, vamos en bici para disfrutar con los compañeros… y si no salimos a correr o a rodar en bici nos sentimos mal. Nos cambia hasta el carácter. Imaginad entonces poder hacerlo con tu pareja… Ya es la leche… Y es que eso es lo que ahora estoy viviendo. Tanto, que el viernes por la tarde buscamos una carrera en la que apuntarnos este fin de semana para “ir a disfrutar”. Y encontramos una carrera de montaña y de obstáculos en la población de Ribes de Fresser. 10 kilómetros por montaña, con unos 450 metros positivos de desnivel y con obstáculos como ríos, muros de balas de paja, contenedores de agua, etc…
Apuntarse a unas pocas horas de la salida de una carrera no es mi estilo. Fue totalmente improvisado. Suelo hacerlo con muchos meses de antelación, pero esta vez me arrastraba Mireya, en uno de sus arranques de explosividad que la caracterizan. Ribes de Fresser está a unos 120 kilómetros de Barcelona y la salida era a las 10 de la mañana, pero teníamos que recoger los dorsales antes de las 9:30 horas, con lo que ayer tocó madrugar bastante para ser un sábado. Con todo y con eso, a las 9:15 estábamos allí, con los dorsales ya colocados, esperando a que llegara la hora de la salida.

Mientras esperábamos, observábamos al resto de participantes. Poco postureo y mucho “amateur”. Mucha gente que iba a la carrera de la fiesta mayor del pueblo a divertirse, como debe ser. En la salida, el “speaker” daba unas pinceladas de como iba a ser el circuito, algo diferente a las dos ediciones anteriores. Y llega el momento de la salida. Como no podía ser de otra forma, la salida es en subida. No muy larga, ya que a los 300 metros aproximadamente nos hacían entrar en el campo de futbol del pueblo, que por cierto tenía el sistema de riego en marcha, con lo que llevábamos 350 metros y ya íbamos como una sopa… Tras el campo de futbol, otra vez a subir. En el kilómetro 2 primer obstáculo: una vaya tumbada por la que hay que pasar reptando por la hierba. Se forma una pequeña cola, ya que hay que pasar de uno en uno. Aquí Mireya me sorprende adelantando a un corredor que había entrado en el obstáculo delante suyo. Y seguíamos subiendo.
En el kilómetro 3 había que tirarse a un “pozo” donde habían colocado una colchoneta para luego pasar por un túnel, para seguir subiendo otro kilómetro más. A lo lejos, vimos a una de las chicas que apuntaban maneras en la salida. Al llegar al kilómetro 4, empieza una bajada de unos 2 kilómetros en las que adelantamos a varios chavales locales, bajando a un ritmo alegre de entre 4’24 y 5’30 el kilómetro. Ahí nos encontramos dos obstáculos más. Primero una pared de roca en la que la organización había colocado unas cuerdas, pero que era más sencillo subir escalando por la roca. Tras esta pared, nos hicieron meternos en un rio. Mireya y yo llegábamos con la “velocidad” de la bajada y nos pasábamos de largo. Una chica nos grita avisándonos y nos metemos en el rio. Joder… Quedan 5 kilómetros y ya vamos con las zapas llenas de agua… Para colmo, las piernas han dado con una plantación de ortigas… ¡¡como pican!!… Otro rio donde el agua llega por encima de las rodillas y a pasar por una tubería de esas redondas enormes.
En el kilómetro 6 un pequeño repecho y al final, un muro de balas de paja con una red y tras este, un salto de unos 3 metros sobre un montón de arena. Bajamos un kilómetro más y llegamos al cuartel de los bomberos voluntarios, que por cierto son los organizadores de la carrera. Ahí nos hicieron subir por una escalera a un camión de bomberos, para cruzarlo a lo largo por el techo y bajar por la parte delantera. Estando arriba le dicen a Mireya que va tercera y que lleva a la segunda a unos 15 metros. Apretamos un poco hasta verla y llegamos a la zona final del recorrido, donde se concentran gran parte de los obstáculos. Una pasarela de neumáticos, un pequeño salto, una “alambrada” de cuerdas cruzadas… Así durante unos 500 metros para llegar hasta la parte del paseo del pueblo donde hay unos containers tipo obra llenos de agua. Hay que meterse dentro y no se me ocurre otra cosa que saltar impulsándome en el borde. Eso me hizo caer como un gato panza arriba, hundiéndome totalmente y dándome cuenta de que el agua estaba congelada, algo que ya debía haber previsto tras cruzar el rio por los tramos que lo habíamos hecho. Entre container y container una alfombra de espuma de extintor. En el segundo container intento ayudar a Mireya a coger impulso para subirse, pero entre mi empujón y su impulso propio, acaba en el agua como yo en el contenedor anterior.
Y llegamos a la peor parte… Toca arrastrarse por la tierra del paseo. Mojados, se engancha a la ropa y lo que es peor, las rodillas y los codos se rascan con las piedrecillas. Un obstáculo nos obliga a pasar de rodillas. Es horrible. Tiene unos 10 metros y se me hacen eternos. Ya solo queda unos 100 metros rio arriba y subir un puente por una red colocada a modo de escalera. Mireya tiene a la segunda al alcance de su mano, pero no quiere adelantarla. Sube la red más rápido que yo. Mis zapas son demasiado anchas y se quedan enganchadas en los agujeros. Con todo y con eso adelanto a otro runner y entro en meta unos 20 segundos por detrás de Mireya, que finalmente ha quedado segunda de su categoría y tercera de la general. Después de una ducha y de cambiarnos toca esperar a la entrega de premios.

Si la carrera había sido divertida, combinando el trail running (en algún tramo me ha recordado a la Cursa de Les Tres Comarques de Alpens) con los obstáculos, la entrega de premios no ha tenido desperdicio. Primero a los juniors, a quienes les han regalado un pato a la tercera, un conejo a la segunda y una gallina “pinta” a la primera. Pensábamos que había sido por ser los jóvenes, pero no. A los “senior” también. Deberíais haber podido ver la cara de Mireya al subir al pódium y recoger la caja ¡¡con un conejo enorme!! Jajajajaja… El alcalde del pueblo le ayuda a sacarlo de la caja para que lo enseñe al público. Y para rematar, en el sorteo que realizaron después, con mi número de dorsal nos dieron dos menus en una brasería del pueblo que por cierto, es la leche…
En resumen, una cursa en la que los avituallamientos, la organización, y los regalos del final (sin tener en cuenta los animales vivos), son un ejemplo de lo que pueden llegar a dar de si los 15 euros que cuesta la inscripción. Y con camiseta de algodón de regalo. En cuanto a los animales, dejando de lado lo curioso del momento, tengo que decir que bajo mi punto de vista no lo veo adecuado. Estamos hablando de animales vivos. No quiero entrar en el debate de que al final son animales que nos comemos, etc… pero visto así, en cualquier cursa nos podrían regalar una vaca… De todas formas repito, quitando este punto que se queda como anecdótico, una cursa divertida, una organización buena y un pueblo volcado con la carrera que sirve para ayudar a estos bomberos voluntarios.