Esta mañana, mientras desayunaba, he tenido la ocasión de leer un artículo de un runner que corrió el domingo en Barcelona, y que lo pasó mal desde el inicio. No fue el maratón que había planeado durante tanto tiempo, a pesar de tener experiencia suficiente. Y el motivo es que dejó de disfrutar.
No os podéis llegar a imaginar como lo entiendo y como me identifico con el. Ya no solo porque los dos llegábamos bien preparados y los dos tuvimos problemas en aproximadamente la mitad de la prueba, por problemas desde casi el inicio. Sobre todo porque ambos nos plantamos en la linea de salida con la «obligación» personal de hacer un tiempo concreto, o la carrera de nuestra vida. Esa obligación no nos permitió disfrutar de la carrera y del ambiente que se podía vivir en Barcelona en un domingo tan especial.

En mi caso lo pude hacer solo cuando vi que ya no conseguiría mi objetivo y supongo que a Robert Blanch le sucedió algo similar. Llega un momento en el que la obligación que nosotros mismos nos hemos impuesto por conseguir una marca, no nos deja ver nada más.
Durante la última semana, adicional a los nervios y dudas típicos que la ocasión merece, añadí una presión extra tanto a mí como a algún miembro del grupo para bajar de las 4 horas, algo que para nosotros era un objetivo más que ambicioso.
Las sensaciones de que tu cabeza esta bien, de que tu corazón esta bien, pero de que tus piernas no te permites correr, es horrible. En el kilómetro 30, cuando ves que las liebres de las 4 horas te adelantan, que las intentas alcanzar y seguir, y que tus piernas y sus problemas musculares no te lo permiten, solo queda replantearse el objetivo inicial. En mi caso pasó de bajar de 4 horas, a ser finisher de nuevo. Ya llevaba 4 kilómetros corriendo solo. Empezaba otro maratón.

Esa presión de hacer de liebre a tres miembros del team no la supe gestionar correctamente. Eso, sumado al repentino calor que tuvimos, y a un ritmo tal vez demasiado rápido para el principio de la carrera, hizo que tanto las tres personas que corrían a mi lado, como yo mismo, no consiguiéramos alcanzar al ansiado tiempo. Les pedí disculpas a los tres el lunes tras analizar mi ritmo por kilómetro. Tal vez ese sea el motivo de tener esa sensación agridulce a pesar de haber mejorado mi marca personal. Lo bueno es que gracias a ello, tengo unas ganas enormes de repetir el año que viene…
Cierto es que el placer en el humano produce un lógico bienestar que en el provenir si es constante o repetitivo se convierte en usual. A todos nos ha pasado que al alcanzar un sueño o un reto y una vez consolidado o cuando deviene permanente, éste se olvida o se tiene como normal. Es por ello que al hombre, o casi todos ellos, les muevan los retos y las superaciones. En sede deportiva no cambia lo dicho.
Gracias por el aporte Juan.