El Maratón de las Tucas de la mano de Soraya Gil

Nuestra amiga y runner Soraya Gil, integrante del Where is the limit? y del Morlacos Team, nos explica cual fue su experiencia en el Maratón de las Tucas del pasado sábado. Con esta son tres las crónicas que hemos subido de dicho maratón. Por una lado la de Iván, que no finalizó la prueba por problemas físicos, la mía, que acabé a pocos minutos de las 10 horas de carrera, y ahora esta versión de alguien que lo pasó realmente mal. Os dejamos con la crónica de Soraya. Una cosa más antes… Atención al post de mañana… Os aseguro que no os va a dejar indiferentes…

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MARATÓN DE LAS TUCAS (MARATÓN DEL ANETO)

Hay vivencias que te marcan de por vida. Esta es una de ellas, no quiero olvidar nada de lo que «viví allí arriba» y por eso dejo constancia de ello, para que quién quiera, pueda contagiarse de mis emociones y quién sabe, aventurarse un día a disfrutar de la montaña.

Esta historia empieza hace unos meses, cuando en mi cabeza se cocía la idea de participar en la Isostar Desert Marathon, esta vez en la distancia de 119km. Por razones que ahora no vienen al caso, la carrera finalmente no se disputó y tuve que buscar una alternativa. Hace muy poco tiempo que he empezado a correr en montaña (unos 6 o 7 meses), pero es tan divertido y tanto lo que me aporta, que de momento he decidido dejar las carreras de asfalto a un lado y disfrutar más de esto del «trailrunning«.

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Como ya os imaginaréis, a penas tengo experiencia en carreras de montaña , a penas 4 o 5: todas de distancia corta y una media maratón. Los que me conocen ya saben cómo soy, suelo tirarme a la piscina sin que me empujen. Conclusión… Me apunté a la Maratón de las Tucas, con sus 42km y 2300m de desnivel+ (aproximádamente).

Convencí a Rafa para que acompañara (aunque su terreno es el triatlón…) y sin darnos cuenta, llegó el día de marcharnos a Benasque.

Llegamos allí el viernes, con la intención de poder asistir a la reunión informativa de la carrera y llegar lo más descansados posibles al sábado. Estaba muy emocionada, el ambiente en Benasque era increíble: runners por todas partes, todos ellos vestidos con camisetas de «finishers» de distintas carreras. Como siempre, chicas de mi edad muy pocas.

La reunión me puso más nerviosa de lo que estaba, no podía dejar de mirar la pantalla y viendo las fotos del recorrido pensaba «Madre mía, en menudo follón me he metido». Rafa mientras tanto atendía a las explicaciones tranquilamente, completamente relajado (¡qué suerte!).

El Morlacos Team y el WITL? juntos de nuevo en otra carrera
El Morlacos Team y el WITL? juntos de nuevo en otra carrera

Después de la reunión nos encontramos con los compañeros del Morlacos Team, que nos hicieron entrega de la pulsera de su club. No me expliquéis por qué, pero me sentí muy orgullosa de aquel detalle…Me sentí parte de su equipo. GRACIAS.

Tras una cena demasiado pesada, nos fuimos a dormir. Para mi sorpresa dormí toda la noche casi del tirón. Y tras algunas prisas, desayuno y nervios ya estábamos en la línea de salida junto a los compañeros de WITL? y los Morlacos. Los compañeros sonreían, hacían bromas, no dejaban de saltar y de hacerse fotos para el recuerdo. Un ambiente sano, genial.

La salida me recordó a la STBCN, se formó un atasco y no se podía correr. En algo más de un kilómetro se solucionó y por fin empezamos a disfrutar de la carrera. Me adelantó Sara, le deseé suerte y siguió corriendo. Después nos dejó atrás Luca, era de esperar que no pudiera seguir el ritmo de un Ironman… Me encontraba muy tranquila, además el camino pasaba por debajo de árboles y la temperatura era ideal. Adelantamos a Sílvia, ella estaba radiante como siempre, es pura energía positiva. Ni rastro de los Morlacos, me quitaron las «pegatinas» nada más salir…

Al llegar a Cerler, me emocioné muchísimo. Estaba lleno de gente y todo el mundo nos animaba, conscientes de lo que nos esperaba. Y de repente, tras pasar un control de paso, empezó una ascensión dura. Íbamos cruzándonos con excursionistas que nos aplaudían, sonreían y alentaban a cada paso. El camino era bastante fácil, pero demasiado empinado y decidí bajar el ritmo y caminar. Para mi sorpresa, me encuentro de cara a Ivan (de los Morlacos). Me dice que no le sienta bien la comida y que decide abandonar. En ese momento me asusto y pienso que si él no puede seguir probablemente yo tampoco. Intento quitarme de la cabeza esos pensamientos y aceleró el ritmo. Que se quede atrás la energía negativa…

Soraya y Rafa, un gran equipo
Soraya y Rafa, un gran equipo

La ascensión cada vez es más complicada y al llegar al Refugio de Ángel Órus (2139 metros) empiezo a sentir cosas muy raras: me siento apática, no me apetece seguir y estoy muy cansada. Se lo comento a Rafa y me dice que me siente y descanse. Le hago caso… Aprovecho para ir al baño y refrescarme. Sin decir nada, reprendo la marcha y Rafa me sigue. Allí arriba soplaba el viento muy fuerte y la sensación de formar parte de ese paisaje, única. Mi estado de ánimo mejora, el físico no. De repente siento que me mareo, como si tuviera vértigo. Rafa me aconseja que pare y coma algo… Le hago caso y las gominolas que tomo me sientan de fábula. Pero por poco tiempo. A los diez minutos me vuelvo a marear y vomitó. Pienso que no voy a poder seguir, estoy lejos del refugio, pero también me falta mucho para llegar al Collado, el punto más alto. ¿Qué hago? No puedo abandonar, esto es pasajero, me voy a encontrar mejor en cualquier momento. Voy repitiéndome estos mensajes constantemente. Perdí la cuenta de lo que tardé en llegar al Collado, me encontraba mal, pero sabía que al empezar el descenso mi «mal de altura» desaparecería.

El paisaje allí arriba era espectacular: las piedras, una cascada de agua que atravesaba toda la montaña, el fuerte viento y el silencio. El mejor remedio contra el estrés. Sentir que formas parte de ese paisaje, que no eres nadie para cambiar nada de lo que hay allí. Intentaba pasar sin hacer ruido, sin tocar nada, sin alterar el orden de la naturaleza. Sentía que sólo tenía permiso para disfrutar de la belleza.

La bajada del Collado fue épica… El recorrido era de piedras, muy técnico para mi. Me sentía como si en vez de pies, tuviera aletas. Algo muy raro, el terreno y yo no congeniábamos. De nuevo volví a invertir más tiempo del necesario y nos pilló una tormenta de granizo. Podéis reír si queréis, pero nunca había sentido lo que significa que me granice encima. Al principio me enfadé, la verdad es que el hielo tenía el tamaño de un garbanzo y dolía. Pero después me paré a pensar en lo que me rodeaba, lo que estaba haciendo y ya no me importó nada más. Volví a acelerar el ritmo, corría por la montaña, libre.

Las chicas del WITL?
Las chicas del WITL?

Los kilómetros siguiente fueron muy duros, había perdido muchísimo tiempo en subir hasta el Collado y descender. No dejaba de mirar el reloj y de repetirle a Rafa que entraríamos en meta fuera de tiempo. Estaba realmente agobiada, me cegué en los tiempos. Corrí, corrí y corrí. Miraba el paisaje y alucinaba. Nunca había estado en un sitio tan bonito. Me gustaba hasta la tormenta que me caía encima. No tenía frío.

Al llegar al refugio d’Estós, la persona que se encargaba de que pasáramos por el punto de control me dijo que íbamos muy justos de tiempo. Me vine abajo… Rafa empezó a gritar y dijo que no le hiciera caso, que íbamos a llegar sí o sí. Lo vi tan convencido, que le creí. Iba corriendo a unos 5 metros por delante de mí, girándose cada dos por tres para ver si le seguía. Si me paraba, me cogía de la mano y tiraba de mí. Después de estar prácticamente solos, empezamos a adelantar a gente, primero un par de chicas, después un grupo de 3, otro corredor solitario… Miro el reloj y no me creo a la velocidad a la que voy. Corro, no estoy cansada, lo único que quiero es ver la señal de que estoy llegando a Benasque.

Y de repente veo las luces del pueblo. No entiendo que me pasa, me paro. Rafa me dice que siga, que estamos llegando, pero yo no puedo. Estoy emocionada, no puedo creer que hayamos llegado. Los coches pasan a nuestro lado, bajan la ventanilla y nos alientan. Vaya, parece que es verdad, estamos llegando… Entonces Rafa me coge de la mano y tira de mí de nuevo. Volvemos a correr, atravesando las calles estrechas de Benasque y yo, lloro. Estoy agotada y me duelen muchas cosas, pero no lloro por eso. Me emociona pensar que lo he conseguido, que la gente te respalda y veo muchas caras de respeto y admiración.

Es increíble, ya veo el arco de llegada. Rafa se gira y me sonríe, me dice que soy una campeona.

Atravieso la línea de llegada, nos abrazamos y no puedo creer que estemos allí.

Dentro de unos años olvidaré los tiempos de paso, la angustia de saber que no iba a llegar. Todo eso dará igual, lo único que prevalecerá será lo vivido «allí arriba». Eso es para siempre.

Lo conseguí.

Un comentario sobre “El Maratón de las Tucas de la mano de Soraya Gil

  1. Me has emocionado muchísimo, y no exagero diciendo que alguna lagrimilla se ha asomado, empatizando contigo, y lo parecido que lo pasé este finde entrenando en Sierra Nevada. Un abrazo finisher ^^

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