Crónica del New York Marathon!!!

El deporte te aporta muchas cosas, tanto física, como mentalmente. Lo que no tenemos en cuenta a veces, es lo que nos aporta a nivel personal. Me refiero a la gente que conocemos gracias al deporte. Sin duda, Paco Silva es una de esas personas que uno se alegra de haber conocido. Corre como los ángeles, va en bici como un tiro, y es una persona que, como dice el Mister Iván Herruzo, suma y mucho.

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Este pasado fin de semana ha participado en el Maratón de Nueva York, un maratón que todo el mundo debería poder correr al menos una vez en la vida. Os dejamos su visión «desde el dorsal» de como fue su maratón. Disfrutad, porque sentiréis que estáis allí…

Ya estoy dentro.. blue wave 1, corral A. Quedan unos 40 minutos para que suene a todo trapo el New York, New York de Sinatra. En nuestro metro cuadrado, Santi y yo tramamos la jugada. A nuestro lado, el grandioso de Hospitalet residente en Badalona nos mira de reojo… él ya tiene su propio plan, y que bien le iba a salir. Unos gaditanos se unen a la fiesta y parece que vamos a formar un cuarteto compacto. A lo lejos, una impresionante voz femenina se lanza con el himno americano a «capella»… (cuanto de Italia tiene NYC), y por un momento no sé si soy de Esplugues de Llobregat o de New Jersey.

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La gente se vuelve loca y cuando aún no se han secado ni las lágrimas, un gran estruendo dispara a las 50.000 almas con zapatillas de todas las marcas y colores hacia ese recorrido de 42.195 metros que nos lleva por los 5 «boroughs» (distritos) de NY. Estos  primeros metros son una locura, se nota que la gente está loca por cruzar Verrazano, dejar atrás el «campo de concentración» donde nos tenían presos de km en Staten Island y ver que hay en Brooklyn.

Un pequeño giro después de la parte de bajada del puente nos lleva directo a la 4th avenida; es una vía grande de 3 carriles para cada sentido. Empiezan a escucharse los primeros gritos de ánimo de mucha gente. Grupos de buena música encuentran su sitio en cualquier esquina y nos regalan acordes que parece que nos empujen por detrás. La avenida es recta y muy, muy larga, con constantes sube y baja. Se acerca el final de la 4th y ya empieza a no haber ni un hueco entre la multitud.

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A Santi y a mí no nos acaba de gustar la gestión de carrera de los gaditanos y decidimos dejarnos caer un poquito… Justo al final de la avenida, un pequeño zig-zag, giro a derechas y zasca… Lafayette… Es una calle preciosa con un olor a soul y jazz que tira para atrás…

Se estrecha mucho la calle y el calor de la gente se empieza hacer muy patente… Me quito los guantes y la braga, y tengo que hacer un esfuerzo enorme por controlar mi ritmo. La calle tira para arriba, pero entre los primeros gritos de aliento en spanglish y la melodía de algún saxo no te da tiempo a sufrir ni un segundo.

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Santi lleva el gesto un poco torcido, ninguno de los dos llegaba con la preparación necesaria para afrontar un maratón de esta exigencia al ritmo que llevamos hoy, pero parece que a él le está pasando más factura. Me acerco y le pregunto cómo lleva el pulso. Lo conozco. Es un grandísimo corredor, mejor que yo, y no me gusta lo que me dice.

Intentó engancharlo durante algunos kilómetros más, controlando un pelín el ritmo, pero al final creo que no le estoy haciendo ningún favor y decido alejarme poco a poco y que los dos lo disfrutemos a nuestra manera. Me hubiese gustado ir con él… pero ya estoy solo y la verdad que no me desagrada nada la sensación.

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Brooklyn termina en Williamsburg, el barrio judio ultraortodoxo por excelencia. La verdad es que este año los veo más sociales… Nos miran, incluso algunos niños nos aplauden mientras sus madres ríen de ver a su numerosa descendencia divirtiéndose a nuestra costa. Es una zona tranquila donde los kilómetros se suceden aún con facilidad. Nada que ver con lo que te encuentras los próximos kilómetros en Queens, donde las voces latinas, la salsa, y el colorido de las banderas de toda la colonia sudamericana te dan el empujón definitivo para llegar a los 21 y pasar Queensboro Brigde con una gran sonrisa en la boca.

Cruzar el puente es muy pesado, duro… pica para arriba.. unos minutos antes Ghebreslassie, que defendía título, ponía a prueba al grupo de cabeza justo en ese punto dando un arreón importante.

Lo bueno es que ya sé lo que pasa cuando cruzas ese puente y entras en Manhattan, y eso no deja que se me borre la sonrisa de medio lado que llevo puesta desde hace rato. Cuando el puente está a punto de llegar a su fin dejo de escuchar el ruido mecánico de los coches que llevamos en el piso superior y me concentro en el ruido humano de esos miles de familiares que nos dan la bienvenida a la isla más famosa de New York.

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Entramos en el east midtown de Manhattan a la altura de la calle 60 y enlazamos con la 1st Avenida dirección uptown. Banderas de todas las nacionalidades, pancartas con todo tipo de mensajes, algunos emotivos, otros que llaman a la épica… e incluso alguno que te saca una mueca de sonrisa que ya empieza a hacerse más difícil de ver después de 16 o 17 millas que llevo en las piernas.

Unos kms más arriba entramos en Harlem…. y en seguida, tras cruzar otro puente, el Bronx nos saluda con algunos murales de grafiteros que se han ganado el derecho a no ser borrados de las fachadas. Escaleras exteriores para emergencias en todos los edificios ,música hip hop, hasta los «chicos» del bastón nos miran y nos hacen sentir importantes, vayamos a 3 , 4 o 6 minutos el kilómetro.

Último puente y entro de nuevo en Manhattan… un par de giros de 90 grados y encaramos la parte final. La 5th avenida deja de ser famosa durante algo más de un kilómetro por sus tiendas de joyas y grandes firmas de ropa, y se convierte en el auténtico examen final de la prueba. El tramo pica para arriba dejando Central Park justo a la derecha.

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Últimos 4 kms. Me queda ya poquito en las piernas. Puedo aguantar bien el ritmo, pero ya no hay más. Me toco el bolsillo, aún sabiendo que no encontraré nada, buscando un gel que me empuje a completar un gran maratón. Debe ser una gozada pasar por aquí como hacia un rato había pasado Flanagan, con un cambio brutal que dejó a las 2 keniatas sin respuesta.

Justo llegamos arriba, a la altura de mitad de parque, y entramos dentro rozando el Metropolitan. De nuevo los gritos de los familiares que no caben en las gradas de meta nos vuelven a empujar y casi obligan a sacar la mejor zancada. Las banderas de toda esa gente llegada de todos los rincones del mundo vuelven a ondear. Esa última milla por dentro del parque es para disfrútala a cada paso, pero hoy toca vaciarse y es lo que hago… Doy lo último que queda, subo el pulso al máximo y cruzo de nuevo ese arco que tanto cariño le estoy cogiendo.

Dicen que hay que correr el maratón de NY una vez en la vida… yo digo, sin duda, que como mínimo hay que correrla 2 veces… 😉

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